Reconfiguración del bestiario románico (II)
Magna Mater
Desde la infinitud de su omnipotencia y anterior a cualquier otro tiempo, la divinidad imprime sus huellas tanto en el cosmos como en el corazón humano. Independientemente de que el hombre las vea o no, esas huellas producen en la persona una incesante inquietud teologica. Ante la incapacidad humana de llegar al conocimiento claro y perfecto de la deidad se promueven, en este sentido, gran diversidad de credos.
Uno de ellos, innato en el origen más profundo del hombre, radica en considerar la acción de la superficie terrestre sobre sus pobladores como una teofanía telúrica, es decir, una teofanía vinculada a los fenómenos naturales de fertilidad agraria, que encierra en sus entrañas el misterio vegetal del cultivo de los campos, del hombre, de los animales y de todas las cosas que vienen de la tierra y a ella retornan.
La religiosidad telúrica llegó de algún modo a lo divino a través de esta eclosión misteriosa y maravillosa de la naturaleza.
Siendo así, el hombre veneró el seno fecundo de la Telus (Tierra-Telus), "madre de todas las cosas" (Homero), pero sobre todo se extasió ante el maravilloso e inesperado alumbramiento -anual y puntualmente repetido-, de la naturaleza en primavera.
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Entre todos sus epítetos resalta, por su continuidad y extensión, el de Magna que dio origen a "la Gran Madre" (Magna Mater), significativa de la Tierra madre en cualquiera de sus múltiples teofanías.
La vegetación fue personificada y deificada representándola primeramente en forma de animal, sobre todo de la llamada «hija de la tierra» por los autores greco-latinos: la serpiente, animal telúrico por antonomasia, pues inverna aletargada como muerta en las entrañas de la tierra, para después “mudar de piel o revivir” en primavera, salir de la tierra y arrastrarse sobre ella.
Como epifanía de la suprema deidad terrestre, la serpiente concentra y refleja parte de las virtudes de la Telus, entre las que se encuentran aspectos fundamentales de la vida humana: su origen (fecundidad), su cuidado y preservación (salud), prevención de su desarrollo (vaticinio) y subsistencia de ultratumba (alma), donde la serpiente es soporte de lo superviviente del hombre tras la muerte. De ahí los abundantes relieves funerarios en los que el alma aparece encarnada en la serpiente o, al menos, simbolizada por ella en actitud de beber el líquido puesto en un recipiente.
Tan acertado y desacertado resulta el nombre de "dios" como el de "diosa". No obstante este último suena a blasfemia a, nosotros, los hombres enraizados en el mundo indo-europeo-semita. Sin embargo, los miembros de la religiosidad telúrica y los de la mistérica se prosternaron ante una divinidad suprema concebida como mujer e invocada con nombre femenino: Cibeles, Isis, etc.
Y como prueba de esa resonancia tenemos los capiteles de Teza, en los que nos hallamos ante la diosa maternal, diosa suprema, motivadora e impulsora del proceso de vida, cuya función básica es la fertilidad agraria y la fecundidad humana.
Salud y románico
Bibliografía:
* "La serpiente epifanía y encarnación de la suprema divinidad telúrico mistérica". Manuel Guerra Gómez
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No cabe duda que las merindades burgalesas atesoran unos exponentes del románico de incomparable simbolismo y belleza en multitud de capiteles, tímpanos, canecillos o arquivoltas. Templos de grandes tallas alzan la voz en numerosas guías del románico burgalés con el afán de atraer al gran público.
Sin embargo, en las merindades también hay, además, un románico escondido, tímido, que nos enmudece al contemplarlo y que nos fascina con su genuino simbolismo cosmogónico.
Así, en plenas merindades, la parroquia de San Nicolás se alza modestamente en la localidad de Teza de Losa. La iglesia, construída a finales del siglo XIII, ha sufrido numerosas reformas quedando, en la actualidad, con un austero aspecto exterior y, sin embargo, tras la satisfacción de franquear la puerta del cerrado atrio, se accede a la portada principal formada por dos arquivoltas apuntadas y dos singulares capiteles, objetivo principal de nuestra visita a esta parroquia.
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Los enigmáticos capiteles de Teza de Losa:
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Los enigmáticos capiteles de Teza de Losa:
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Después de perseguirlos durante más de dos años, tenemos la satisfacción de poder dedicar a nuestra colegas románicos las imágenes de unos peculiares capiteles, que prácticamente han permanecido "virtualmente ocultos" hasta el momento, cuya consecución fotográfica fue para nosotros toda una hazaña épica, y nunca mejor dicho.
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En el capitel izquierdo se haya tallada la imagen de una mujer desnuda cuya cabeza esta cubierta con toca medieval. Se mantiene hieráticamente erguida mientras dos enormes serpientes que se nutren de sus senos rodean su cuerpo a modo de abrigo. La mujer sitúa sus manos sobre el vientre y con su derecha señala una peculiarísima espiral perfectamente trazada que parece tener su núcleo en el ombligo. Dos simétricos pájaros permanecen estáticos sobre cada una de las serpientes.
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En el capitel derecho aparece una figura en clara posición paritoria. Su cabeza esta mutilada por una cruz labrada en su lugar, puesto que actualmente este capitel es utilizado de pila benditera. A pesar de ello, podemos deducir que de su boca surgen, hacia ambos lados del capitel, unos cabos ornamentales de forma entrelazada. En este caso, el personaje sitúa su mano izquierda sobre su pecho mientras que su brazo izquierdo lo dispone, de manera natural, hacia abajo.
Para la correcta interpretación de estas imágenes contamos con la valiosa opinión de nuestro erudito y apreciado amigo Alkaest, cuyo conocimiento sobre el simbolismo de la Magna Mater es inmejorable y cuya interpretación, que compartimos, reproducimos a continuación:
"Algo que nadie se ha preocupado de hacer, es diferenciar claramente entre el símbolo de la mujer castigada por la lujuria: atormentada por bichos que le muerden "las partes placenteras", y el símbolo de la "mater nutricia": la que amamanta a diversos bichos pero sin sufrimiento alguno.
En este último caso, se trata de la evolución de un tema de la Antigua Religión, el "Tellus" o "Terra Mater", según la representación que se hacía del mismo: una mujer joven, semidesnuda, que amamantaba diversos animales, como toros, leones, corderos, o serpientes. La mitología judeo-cristiana, inicialmente, continuó representando ideas de la Antigua Religión que se había apropiado y personificaban fuerzas de la Naturaleza, como acompañamiento de sus figuras sagradas, así entre los marfiles y pinturas carolingios y otonianos, vemos que el Cristo está acompañado por genios de las aguas, el Sol y la Luna, e incluso la Diosa Madre Tierra en el acto de amamantar a sus criaturas, entre ellas una serpiente.
La veneración a la Diosa, estaba tan implantada en la devoción popular que, hasta no ser sustituida por la veneración a la Virgen, se continuó manifestando, siquiera sea de forma solapada, en estas imágenes de la "Terra Mater". Una mujer que alimenta con su leche a las criaturas de la naturaleza, con el rostro sereno, sin sufrimiento alguno. Al contrario que aquellas otras mujeres, pecadoras, atormentadas por animalejos, con rostro sufriente.
Las teorías del pecado, y de toda la imaginería sexual como pecado, nacidas del Concilio de Trento, y de la mente de los integristas judeo-cristianos, ha metido en el mismo saco a la "mujer pecadora" y a la "Terra Mater", y los lacayos académicos, al servicio de la secta judeo-cristiana han cargado gustosos con ese saco sobre sus espaldas. Y no se han privado de esparcir, entre los fieles simples, el veneno que contiene dicho saco.
El capitel que nos ocupa (o los dos capiteles) creo que están claramente en la línea de la "Terra Mater", alejada de todo pecado, con los seres de la Naturaleza alimentándose de su fuerza nutricia. El otro capitel no está muy claro, porque al haberle destrozado el rostro, con esa fea cruz judeo-cristiana, no se distingue si es hombre o mujer, y la aparente mutilación de su sexo tampoco ayuda. Se ve claramente que brotan unos tallos vegetales de su boca, lo que parece indicar que se trata de un "hombre verde", pues resulta muy raro encontrar "mujeres verdes", que podría representar el compañero masculino de la Madre Tierra. Si se tratase de una mujer, representaría la fertilidad de la Tierra, por los vegetales que produce, y por la postura que en apariencia semeja la del parto.
Si lo que la "Terra Mater" de las serpientes sostiene entre sus manos es una espiral, indicaría la evolución cíclica de la Naturaleza, que avanza y se repite en las estaciones. Si en vez de espiral, se trata de círculos concéntricos, podría invocar el disco solar, mediante cuya energía la fertilidad de la Tierra se desarrolla.
En fin, el "hombre verde" sería el complemento necesario, para generar la vida. De la conjunción de lo celeste -masculino- y lo terrestre -femenino- surge la vida, en todos los sentidos. Aunque esa dualidad es tan solo simbólica, porque ambos principios son únicamente diferentes facetas del Principio único, que no es ni masculino ni femenino".
Magna Mater
Desde la infinitud de su omnipotencia y anterior a cualquier otro tiempo, la divinidad imprime sus huellas tanto en el cosmos como en el corazón humano. Independientemente de que el hombre las vea o no, esas huellas producen en la persona una incesante inquietud teologica. Ante la incapacidad humana de llegar al conocimiento claro y perfecto de la deidad se promueven, en este sentido, gran diversidad de credos.
Uno de ellos, innato en el origen más profundo del hombre, radica en considerar la acción de la superficie terrestre sobre sus pobladores como una teofanía telúrica, es decir, una teofanía vinculada a los fenómenos naturales de fertilidad agraria, que encierra en sus entrañas el misterio vegetal del cultivo de los campos, del hombre, de los animales y de todas las cosas que vienen de la tierra y a ella retornan.
La religiosidad telúrica llegó de algún modo a lo divino a través de esta eclosión misteriosa y maravillosa de la naturaleza.
Siendo así, el hombre veneró el seno fecundo de la Telus (Tierra-Telus), "madre de todas las cosas" (Homero), pero sobre todo se extasió ante el maravilloso e inesperado alumbramiento -anual y puntualmente repetido-, de la naturaleza en primavera.
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Entre todos sus epítetos resalta, por su continuidad y extensión, el de Magna que dio origen a "la Gran Madre" (Magna Mater), significativa de la Tierra madre en cualquiera de sus múltiples teofanías.
La vegetación fue personificada y deificada representándola primeramente en forma de animal, sobre todo de la llamada «hija de la tierra» por los autores greco-latinos: la serpiente, animal telúrico por antonomasia, pues inverna aletargada como muerta en las entrañas de la tierra, para después “mudar de piel o revivir” en primavera, salir de la tierra y arrastrarse sobre ella.
Como epifanía de la suprema deidad terrestre, la serpiente concentra y refleja parte de las virtudes de la Telus, entre las que se encuentran aspectos fundamentales de la vida humana: su origen (fecundidad), su cuidado y preservación (salud), prevención de su desarrollo (vaticinio) y subsistencia de ultratumba (alma), donde la serpiente es soporte de lo superviviente del hombre tras la muerte. De ahí los abundantes relieves funerarios en los que el alma aparece encarnada en la serpiente o, al menos, simbolizada por ella en actitud de beber el líquido puesto en un recipiente.
Tan acertado y desacertado resulta el nombre de "dios" como el de "diosa". No obstante este último suena a blasfemia a, nosotros, los hombres enraizados en el mundo indo-europeo-semita. Sin embargo, los miembros de la religiosidad telúrica y los de la mistérica se prosternaron ante una divinidad suprema concebida como mujer e invocada con nombre femenino: Cibeles, Isis, etc.
Y como prueba de esa resonancia tenemos los capiteles de Teza, en los que nos hallamos ante la diosa maternal, diosa suprema, motivadora e impulsora del proceso de vida, cuya función básica es la fertilidad agraria y la fecundidad humana.
Salud y románico
Bibliografía:
* "La serpiente epifanía y encarnación de la suprema divinidad telúrico mistérica". Manuel Guerra Gómez