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Yo soy el del muslo herido

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Tras identificar al arcángel Rafael y meditar sobre ciertos aspectos confusos de la escena, empezamos a sospechar que había algo más que la simple escenificación de una historia bíblica, fuese la de Job, la de Tobías o cualquier otra.



La aparición en ella de dicho ángel o de la misteriosa mujer con la vasija, son elementos que hablan por sí mismos y, en concreto la imagen yacente del protagonista cubierto por la sabanilla y extendiendo la mano hacia su auxiliador, es un perfil altamente conocido que se ha repetido a lo largo de la historia de la humanidad. Es el paradigma del enfermo doliente que apela su sanación a la voluntad del ser superior que lo puede todo. 

Así, en textos del Viejo y del Nuevo Testamento encontramos equivalencias de este arquetipo que, entre ellos, son muy coincidentes: la curación del ciego, por ejemplo, como reflejo de la de Tobías y la curación del leproso como símil a la de Job. En los textos del Nuevo Testamento, la voluntad que ejerce la sanación siempre es Jesús, el Hijo de Dios.

Curación del leproso(Mar 1,40-45)

-"Señor, si quieres puedes limpiarme"
Jesús extendió la mano y lo tocó : -"Quiero: queda limpio!"

La lepra era la imagen más apropiada de todo lo que es “impuro”, tanto desde el punto de vista moral como religioso. La relación con un leproso “ensuciaba”, lo mismo que el contacto con un cadáver. Por eso, se le consideraba como un muerto, y su curación se tomaba como una verdadera resurrección.


Curación del paralítico en la piscina de Bethesda
Bethesda era un embalse que había estado vinculado a un santuario pagano 
 y sus aguas se tenían por milagrosas (1)

Ya en tiempos del románico y mucho antes que éstos, se realizaban peregrinaciones constantes hacia lugares con conocidas propiedades terapéuticas. Normalmente santuarios que se encontraban en parajes de gran belleza natural, cerca de algún río o manantial de aguas minerales o termales, donde los enfermos acudían con la esperanza de aliviar su dolencia o enfermedad. En cuanto a la usanza, de cuándo y cómo proceder para la realización de la sanación, no ha cambiado prácticamente nada desde entonces: A la llegada al destino, el enfermo era recibido por los sacerdotes del templo que lo alentaban informándole de las principales sanaciones allí realizadas. Una vez instalado, participaba de las ceremonias de culto, realizaba la ofrenda a la divinidad y pasaba por diversas etapas de curación como de dieta, baño, vida tranquila, relajación....

Al obtener la curación era costumbre que el enfermo dedicara un exvoto, ya sea la figura en cera o terracota del órgano afectado, una estatuilla del dios o alguna expresión plástica que relatara su milagrosa sanación. (2) 


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Todo ello nos recuerda a nuestro pseudo Job y en la evidencia de que su cuerpo no parece tan demacrado ni sufriente como estaría en el caso del "me cubren la carne gusanos y costras" (job, 7,5). Su aspecto es todo lo contrario a raquítico y ni siquiera está sentado sobre un estercolero, sino que, por lo que parece, son aguas claras lo que tiene debajo.

Menos aún se frota las úlceras con una teja, ni se confronta a sus maldicientes amigos, como se le suele representar. Muy al contrario, tiene el aspecto de alguien restaurado y cuyos sufrimientos están ya lejos, no en vano tiene delante la "medicina de Dios" personificada por Raffa'el  y no hay, a excepción del muslo, ninguna otra insinuación de herida. 





No nos extraña ver colocar ese gusano en su muslo, ni que parezca aceptar otro de estos invertebrados de la mano del ángel, pues nadie ignora que ciertos anélidos han sido utilizados desde épocas remotas como tratamiento indispensable para diversas dolencias. Para la cura de las úlceras en concreto, eran muy buenos antisépticos y magníficos cicatrizantes. (3)

Durante la Edad Media, los peregrinos que recorrían el Camino de Santiago realizaban paradas en el camino con el fin de tomar baños de agua en ríos y charcas, en muchas ocasiones poblados de sanguijuelas. De ese modo aliviaban los edemas ocasionados por tanto caminar. (4)



Como método purificador se aplicaban como sangría sobre brazos y muslos.


Tampoco nos resulta extraño que la alusión de la supuesta herida haya sido ubicada así pues, ya sea casualidad o no, el tema de la herida en el muslo viene de antiguo y es nexo común a una amplia lista de personajes cuya trascendencia no se puede obviar, por ejemplo, y entre otros:



La del padre de los dioses, Zeus, y su desgarrada herida en el muslo, donde gestó a Dionisio y de la que, ante la atenta mirada de Hermes, nació su hijo, el dos veces nacido.

Heracles, en su lucha contra Esparta también recibió una herida en el muslo que fue sanada por Asclepio: "el templo de Tegea, llamado "El Hogar Común de los Arcadios", es notable por su estatua de Heracles con la herida en el muslo" (5)

Télefo, resultó herido en el muslopor la lanza de Aquiles, y tras ocho años de dolor y herida abierta, se le vaticinó que solo la curaría lo que la había herido, y en efecto, la herida se curó al rascar un poco de óxido de aquella lanza sobre ella. 

Odiseo, al final de su viaje, se presenta como un pobre peregrino en su propia casa. Nadie lo reconoce excepto su nodriza gracias a la cicatriz en el muslo. (En latín recibe el nombre de "Ulises" palabra formada por "oulos" (herida) y "isches" (muslo). Graves 1985) 

O, la herida del Rey Pescador de los mitos célticos-cristianos donde, generalmente, el soberano es herido en el muslo por un enigmático caballero negro con el que debe batirse el héroe para devolver al rey la salud y la plenitud del reino



El Rey pescador herido en el muslo por el caballero oscuro

El meollo del simbolismo está precisamente en eso mismo, en que el muslo reviste la médula del hueso más largo del cuerpo humano. La palabra latina "hueso", se refiere no sólo a la sustancia del esqueleto, sino también, de manera metafórica, a la parte más intima de uno, al alma, o a la parte más dura o interior de los frutos, su semilla, hueso o corazón (Lewis, 1282).

Así, el muslo, es un símbolo de poder que contiene la esencia de creación de vida. Una herida en el muslo equivale a una profanación de lo sagrado, implica la rotura de la totalidad que no volverá a su plenitud hasta que la herida esté curada y cerrada.

Partiendo de dicho análisis, iniciamos un recorrido que nos llevó en pos de un personaje cuya leyenda surgió hacía el s.XIII, casi al tiempo que fueron talladas esas representaciones. Hablamos de San Roque.

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San Roque, el peregrino del muslo herido:





Según cuenta la tradición, Sant Roch, fue un santo occitano que nació a finales del s.XIII en la ciudad de Montpeller. Hijo de familia noble abandonó todas sus posesiones para emprender el camino de la caridad cristiana. En su constante peregrinaje, se dedicó a curar a todos los infectados por la peste que iba encontrando, hasta que al final un ángel le auguró que él también iba a padecer su propia llaga. Sólo y enfermo, se retiró al bosque esperando la muerte, pero se recuperó de la enfermedad gracias a los cuidados de un perro que cada día le traía pan y le lamía las heridas. Ese perro se convirtió en un compañero inseparable. Versiones más extensas refieren su regreso a casa tras una larga ausencia, donde al no reconocerlo y tomarlo por espía, fue encarcelado. Murió irradiando una luz sobrenatural. Fue entonces, al preparar su cadáver, cuando lo reconocieron gracias a una mancha de nacimiento en forma de cruz roja que tenía en el pecho. (6)


Partiendo de la aceptación que San Roque no es un santo históricamente veraz, sino que es el resultado de un compendio de leyendas y relatos anteriores, resulta natural y comprensible que cada territorio o región sustente su particular y legendaria visión del santo. Visión que a pesar de diferir en el adorno literal, coincide en un nexo común, incidiendo insistentemente en la búsqueda de la restauración.



El hombre caído, portando la mácula del pecado original, peregrina en esta vida en pos del retorno a casa. El reconocimiento del padre, la aceptación de la divinidad. He aquí la verdadera sanación del hombre y el renacimiento integral que le comportará esa curación.


En este sentido, San Roque sería la personificación de un culto que responde a un clamor popular que ha sido sostenido durante siglos, y, las representaciones de Santo Domingo y de Santiago de Agüero van dirigidas hacia ese pensamiento.

Estamos convencidos que el artista, de forma magistral, ha expresado su saber combinando de forma intencionada los elementos que componen la escena, apoyándose en los conceptos bíblicos ya asimilados -historias de Job y de Tobit, por ejemplo- y tomando prestados ciertos aspectos mitológicos que de alguna u otra forma están en perfecta concordancia con lo perseguido.




El maestro dejó de esa forma plasmado el germen y el comienzo, o sea, el embrión plástico de lo que con los años acabaría englobando la figura de uno de los más queridos personajes de la hagiografía cristiana.

Lo cierto es que acabó siendo muy popular en España y en toda Europa. Era invocado como patrón contra varias epidemias; entre ellas, la peste, el cólera, la rabia, y para el dolor en los pies, rodillas, piernas y contra las llagas.


San Roque en su versión terapéutica



Actualmente es presentado como el eterno peregrino, herido en el muslo, con su perro volteando las piernas y, a menudo, acompañado por un ángel que le cura la llaga.


*****

En Piacenza (Italia), se encuentra un fresco con la, considerada, primera efigie de San Roque que aún se conserva (7); en esta temprana imagen vemos cómo algunos atributos propios del personaje coinciden con ciertos distintivos ya presentes en la representaciones de Santiago de Agüero y Santo Domingo de la Calzada.



Aquí se presenta a San Roque como un joven de cabellos rizados, con bastón y gorrito de peregrino que nos recuerda mucho la figura del arcángel curador. 

A la vez, también señala la herida del muslo como indicativo de una dolencia, igual que lo hace nuestro pseudo Job en la escena comentada.




St Roch convalesciente

De hecho, es la personificación de aquel primer concepto embrionario, y en cuya transición, se han ido acomodando ciertas particularidades de los personajes que la integran, que han dejado en evidencia su variada "carga genética".






La mujer con la vasija, por ejemplo, que prefigura a otras tantas mujeres que aparecen vinculadas a cuencos o botes de ungüentos rituales y que también nos recuerda a Sara llevando un jarro con las vísceras del pez, remedio curador que devolverá la vista a Tobít, es sustituida, posteriormente, por el componente perruno, compañero fiel e inseparable, cuya imagen, desde tiempos egipcios, lleva una carga psicopompa-redentora relacionada con los misterios del mundo interior o subterráneo, donde reside la cualidad intelectual y la ciencia. 

Es él quien le limpia la herida y quien porta el alimento que tomará el santo en su convalecencia. El perro de San Roque es esa sabiduría que conoce y utiliza el ingrediente que ha surgido de la matriz de la tierra, para curar. 


Hermanubis, "el revelador de los misterios del mundo inferior",
representaba el sacerdocio egipcio dedicado hacía la investigación de la verdad. 


Hermanubis y Mercurio con el caduceo



El caduceo era usado en algunas ocasiones como emblema del curador puesto que se asimilaba con la vara de Esculapio, uno de los símbolos, junto a la copa de Higía, más conocidos de la profesión farmacéutica, y en la mitología romana, el caduceo, era una vara que llevaban los heraldos o mensajeros divinos como Mercurio.

Y equiparándose al terapeuta como un anunciador, ya que traía salud, armonía y equilibrio tanto en el cuerpo como en el alma, esa vara acabó siendo emblema del poder de curación y los médicos tenidos como enviados de la divinidad, puesto que podían reconocer la naturaleza de la enfermedad y su remedio.

En el cristianismo medieval ya tenían muy asumido que el ángel que aparece junto a San Roque es el arcángel Rafael. Prueba de ello son las menciones transcritas en libros posteriores, donde se anotan cánticos suplicantes, alabanzas y loores, emparejando a ambos personajes.


Turmeda. Els bons amonestaments (8)

(9) Oración de agradecimiento a "San Roque y al ángel Rafael"

No hay duda que el ángel que aparece siempre en las representaciones junto a San Roque es el arcángel Rafael, el sanador celestial o enviado de la divinidad. Es la voluntad superior actuando sobre quien lo ha apelado.

Asimismo y por otro lado, es popularmente conocido que el arcángel Rafael coincide con muchos rasgos de identidad con el anteriormente mencionado dios mitológico, el más versátil de todos, Hermes-Mercurio.



Ambos son mensajeros divinos, aconsejan y guían a diversos héroes, están en un constante vagar entre la tierra y el cielo, tienen la facultad de sanar y ambos son venerados por viajeros y peregrinos.

Todas esas facultades son propiedades de un concepto que han acabado aglutinándose en una nueva figura emergente y de ello, no nos cabe la menor duda.




*****



Estos son ejemplos que obedecen a historias diferentes y donde los personajes se repiten creando manifiestas evidencias "Roquianas" que, a buen seguro, resultarán interesantes de observar y con las que cada cuál razonará de la manera que le resulte más conveniente:



No se trata de San Roque, es Tobías en su regreso a casa de su padre ciego.
El único que lo reconoce es su perro que sale a su encuentro y los acompaña hasta la casa


Tampoco se trata de San Roque.
Aquí se muestra la figuración crisopeya del  mercurio alquímico.
Siempre errante, aparece acompañado de su perro, el psiquismo instintivo
 y por el ángel, la celestial intuición.



Este personaje tampoco necesita aclaración
porque todo el mundo sabe que aunque sea un constante vagabundo,
lleve una rasgadura en la media que recuerda una herida y
 un perro girando entre sus piernas, no es.  


Y es que aunque la imagen de "el loco" y la de San Roque tengan el mismo origen, son un antes y un después de que haga su aparición el elemento sanador, y como extremos de la misma línea, su punto de cambio se decide en la escena que fervientemente defendemos como transformadora, y que está plasmada en Santo Domingo de la Calzada y Santiago de Agüero, y que no es otra, que la fuerza divina actuando sobre el hombre insano pero que ya está dispuesto al cambio.

Como decíamos antes, el hombre caído portando la herida del pecado original, peregrina en esta vida con la esperanza de retornar al Paraíso.




Y como el odiseo mitológico, al peregrino restaurado le reconoceremos por su cicatriz, testimonio de la sanación de su esencia psíquica y de la recuperación de su totalidad: él, es el del muslo herido.





Salud y románico






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