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Arpías, arpíos y demás molestias

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Las Harpías, eran demonios femeninos de la mitología griega, visualizadas como seres horribles, monstruos alados con cabeza y pecho de mujer vieja, en cuyo cuerpo albergaban alas y amenazantes garras de presa. Siempre estaban rabiosas y emanaban unos repugnantes y asquerosos efluvios, siendo capaces de corromper todos aquellos alimentos que tocaban.

Su nombre en griego puede traducirse como las que "arrebatan", pues por imperativo divino se dedicaban a amargar la existencia a cierto rey tracio que podía descubrir el futuro a los hombres, motivo por el cual los dioses le privaron de la vista permitiendo que las Harpías le quitasen la comida, dejándole sus excrementos en su lugar, por lo cual el desventurado Fineo siempre estaba hambriento. Finalmente Jasón y sus argonautas, valiéndose de la astucia, consiguieron alejarlas.
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Eneas, también en su periplo hasta tierra del rey Latino (en la desembocadura del Tíber), donde había llegado para fundar Alba Longa, visitó la islas de las arpías y recibió la maldición de Celemo, la más perversa de todas, junto con Ocípete, la más furiosa. Tenían hambre insaciable pero al tocar los alimentos los corrompían por lo que se alimentaban de excrementos, vamos, de “mierda”.
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Para Virgilio, serían aves con rostros femenino, garra encorvadas y vientre inmundo, demacradas por un hambre feroz que no consiguen satisfacer. Invulnerables y fétidas, todo lo devoran, emitiendo chillidos desagradables, y todo lo transforman en excrementos.
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Después, esa figura se sincretizaría en la actual abubilla, “totovía” o comemierdas (que así la llaman), pues pese a ser venerada en el Antiguo Egipto por anunciar la llegada del Viento Ethesio, que retiraba el agua del Nilo, se alimentaban de los gusanos del cieno o tarquina. Isidoro de Sevilla en sus etimologías, dice de la abubilla ser un ave repugnante, que le gusta vivir cerca de las tumbas y los excrementos.


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En el románico, por lo general, las Arpías simbolizan las bajas pasiones y el dolor producido por los remordimientos o sentimiento de culpa subsiguiente a la satisfacción de los vicios.
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Solo Bóreas, el viento del norte, las puede ahuyentar, pues la violencia de su gélico aliento es una clara alusión al fortalecedor soplo del Espíritu.
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Pero en definitiva, lo que las arpías personificaban en su momento, es la representación mítica de las condiciones meterologicas -la tormenta o ventolera- adversas para el mundo de la navegación antigua.
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Será quizá debido a esa relación con la advesa ventolera, que actualmente, nuestro concepto de arpía se asocia entre otros, a mujeres psicológicamente inestables, y que, a semejanza de las mitológicas, pretenden actuar como esperpentos abalanzándose sobre sus presas sin motivo, mientras lanzan gritos histéricos e incomprensibles, cosa que suele poner en duda su cordura.
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Y en el caso de un arpío..., pues exactamente lo mismo, pero con barba.


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