Quantcast
Channel: Salud y Románico
Viewing all articles
Browse latest Browse all 89

El valor de una firma

$
0
0

En un corro labrado que rodea la misma pilastra en el claustro del monasterio de Santes Creus, se encuentra, según la opinión de la mayoría, el autorretrato del maestro cantero que construyó gran parte de la monumental obra.


En efecto, encabezando la composición aparece modelado, el maestro, con semblante sereno y en curiosa contorsión horizontal portando en sus manos las herramientas de labor, el martillo con la derecha y el cincel con la izquierda. Acoplado a él, emerge el cuerpo de un cánido de larga cola y rostro taimadamente vivaz.

Inexplicablemente, esta figura se ha asociado a Renard Fonoll, lapicida inglés que edificó los ventanales de grandes dimensiones e impulsó el gótico florido en el claustro. No obstante, el claustro se inició en 1303 y otros maestros llevaban ya muchos años trabajando en su remodelación cuando lo contrataron en 1332, por lo que las obras ya debían estar bastante avanzadas y, hasta puede que estos relieves labrados.

La seducción de esta incógnita, de quién eran ellos, es el motivo por el que he intentado recrear en pintura aquellos trazos que, prácticamente inconquistables, perduran en sus capiteles como homenaje a sí mismos, orgullosos de su técnica, de su instrucción y de su saber secreto.



Misterioso simbolismo el que esgrimen los personajes centrales del circuito cuyas extremidades inferiores están metamorfoseadas en sibilinas colas. Encarados y con el torso forzado, comparten y muestran un libro abierto al espectador. En la otra mano, cada uno de ellos tiene su propio distintivo:  una espléndida flor abierta el artesano que lleva el bonete en la cabeza, y, un diminuto canecillo su compañero del manto murceguillo.

Otra hipnótica atracción está forjada por el hombre con mirada altiva y serena, que ampara en su mano un ave a punto de emprender el vuelo y reposa la otra sobre un torso hermanado al can de ojos vivos y gesto dispuesto que permanece junto a él. 


Un vivaracho bóvido al que no le falta ningún atributo, un individuo de mueca curiosa cuya característica más relevante es su vistoso tocado y un grotesco ser alado que con descaro exhibe su boca abierta, completan esta intrigante serie esculpida. 



Lamentablemente su mampostería está muy afectada, y ese "mal de piedra", no solo se ha llevado consigo todo el esplendor de los rasgos esenciales que daban vida a las figuras, sino también la posibilidad de que podamos admirar la perfección que, a buen seguro, tenían.

He pasado horas contemplando las fotografías que hace años tomamos, con una lente de aumento siguiendo los detalles y pliegues que tímidamente persisten, repitiendo una y otra vez sus trazos sobre un papel y anhelando captar la razón de su simbolismo, que parece desintegrarse al igual que su piedra. 

No obstante, y a la vista de lo siguiente, su esencia todavía pervive.




En las fauces de la primera labra, se encuentra una exigua y casi desaparecida marca de la que se consigue intuir su forma. Qué maestro artesano pudo elaborarla? 

Puesto que varios trabajaron en el proyecto, es una seña de identidad que no se puede relacionar con nadie en concreto, aún.




Otra marca similar se encuentra en el morro del diminuto can, emblema de uno de los personajes híbridos que sujetan el libro abierto. La coincidencia del lugar escogido para ubicarla no puede ser casualidad y fue lo que me impulsó a examinar la boca del tercer y último can. 



En este caso, hay un importante desconchón en el hocico, sumado a que toda la superficie de la piedra está desintegrándose, pero, aun así, en la tosca fotografía disponible y en la precisa zona donde se encuentran las otras dos marcas caninas, se distinguen unas sombras circulares unidas por una raya. Sí, muy leves, pero acaso demasiado definidas para no tenerlas en cuenta.

Quién pudo ser este maestro que determinó depositar su firma en un lugar tan curioso como en el hocico del cánido?




Según la Histoire et Tradition de Jules Boucher, en las antiguas entidades gremiales, dependiendo del oficio y la corporación, tenían apelativos establecidos para denominarse entre los compañeros. Los talladores de piedra se identificaban como "lobos", los maestros eran "canes o perro" y los aspirantes a maestro "renard o zorro" y viceversa. Según la procedencia de la cofradía, su nombre de compañero estaba formado por un apodo y su ciudad de origen (Renard de Fonoll), o, por su nombre y región de origen (Bernat de Pallars). 

En la siguiente relación vemos muchos de ellos: lobos, canes, zorros y cánidos en todo caso, trabajando en el cenobio de Santes Creus en fechas anteriores y durante la remodelación de su galería. 

Bartomeu de Girona. Maestro escultor 1291
Bertrán Riquer. Arquitecto real, lapicida 1310
Pere Prenafeta, posible proyectista del claustro, lapicida 1311
Pere Bonull. Maestro escultor 1311
Francesc de Montflorit, imaginaire. Maestro escultor 1312
Bernat de Pallars, lapicida. Maestro de obras en 1325
Renard des Fonoll, lapicida. Maestro de obras en 1332



Podría ese remate esculpido ser anterior a la llegada del divulgado Renard y describir personajes o historias relacionadas con los anteriores y casi olvidados maestros? 



 Fácil. Sigamos la firma y encontraremos al maestro



Salud y románico


*

Viewing all articles
Browse latest Browse all 89