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Proserpina's románicas en Covet

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Establecer una distinción entre los templos que nos fascinan y los que nos dejan indiferentes nunca nos resultó tan claro como con la iglesia de Santa Maria de Covet. Un edificio que no tan sólo nos sorprendió por su soberana belleza, sino que en el amparo de sus muros hemos vivido sorprendentes y emocionantes momentos.

Uno de ellos fue, sin duda, la primera vez que junto a  Xavi "El Cabestany", conseguimos fotografiar el interior de la nave. El resultado de esta visita y previo encuentro fue una cariñosa amistad creciente y lo que su web proporcionó: la más detallada y precisa información en el mundo virtual de Santa Maria de Covet.

Las fotografías que pudimos realizar en aquel entonces fueron elementos determinantes para demostrar que un capitel descrito en los libros como: "personajes que luchan", era en realidad la representación del mitológico 
Rapto de Proserpina


De ello hace ya unos cinco años. Y hoy, con fotografías recientes, la volvemos a presentar, con el valor añadido de que sigue siendo una representación única y exclusiva de este templo, puesto que, hasta el momento, no conocemos ningún otro registro de dicha escena en el románico actual.


Proserpina portando un ramo de espigas.

Las espigas, junto a diferentes gramineas de otros cereales, se utilizaban en la elaboración del pan, que, lógicamente, estaban asociadas a su madre Démeter.




Hades, regente del inframundo con uno de sus atributos: el cetro de dos puntas que usaba como arma y con el que conducía las almas de los muertos hasta el mundo inferior.




Fue mientras recogía las mieses, que Hades vió y raptó a Proserpina, llevándola con él a su reino.

Démeter, al conocer la noticia se entristeció tanto que lejos de volver al Olimpo vagó por la tierra negando a sus árboles dar frutos e impidiendo a la hierba crecer. Se produjo una gran desolación en la tierra y la raza humana quedo en peligro de extinción. 

Zeus insistió a su hermano para que devolviera a la doncella, siempre y cuando ésta no hubiera probado el alimento de los muertos



Existía una primitiva creencia sobre que los alimentos rojos sólo se podían ofrecer a los muertos, y se suponía que la granada, un fruto del inframundo, nacía de la sangre de Adonís.

El jardinero Ascálafo testificó que había visto a Proserpina coger una granada del jardín y comer siete de sus granos. Según parece, estos s
iete granos representan las siete fases de la luna durante las cuales los agricultores esperan que aparezcan los primeros tallos verdes de la espiga.



Como Demeter seguía negándose dar vida a la Tierra, Zeus dictaminó que Proserpina regresara con su madre para que los cultivos pudieran brotar y dar frutos, pero que tendría que regresar al inframundo todos los años y pasar allí tantos meses como granos había comido. 

Así que, anualmente, con la llegada de la estación del crecimiento, Proserpina regresa al lado de su madre que, pletórica de felicidad, llena toda la tierra de flores.



Como curiosidad concluir con que, en los relatos medievales, con frecuencia se advertía que, si alguien era secuestrado por seres feéricos, no debía comer ni beber nada, por muy bueno que pareciera o por muy hambriento y sediento que llegara a estar, puesto que un simple bocado podía impedir al ser humano regresar al mundo de los mortales.


*****


La anécdota.





Cual Proserpina y también en primavera, el pasado 2 de mayo entre los sillares del acceso al desaparecido campanario, germinó otra virgen en Covet, aunque ésta no era pagana, sino cristiana.

Y es que en ese momento, acompañados de mossen José de Jesús, actual guardián del templo, pudimos adivinar, gracias a los flases de las cámaras, los rasgos románicos de una virgen que, emparedada, permanecía oculta en el fondo de un hueco de uno de sus muros.







Pasada la primera e indescriptible sensación, la maniobra de su resurgimiento fue dificultosa.

El reducido espacio y el temor a dañar la figura, provocó que tomáramos cuantas precauciones estaban a nuestro alcance. Milimétricamente calculado, el espacio se ajustaba a la peana, y su envergadura, de unos 80 centímetros, provocaban movimientos medidos que pugnaban con nuestra ansiedad. Fue tras un buen rato de cuidadoso y lento forcejeo que pudimos rescatarla de la de la pared.

Se trataba de una talla de virgen sedente con el Niño en la falda y que sujetaba una gran bola en la mano derecha.


S
u estado se reveló tras un suave acicalado con toallitas resultando ser una bella reproducción de la imagen genérica de la patrona catalana por antonomasia: la Mare de Déu de Montserrat.

Sin embargo, algunos detalles de su policromía nos llamaron la atención, pues lejos de ser negra, es de vivos colores y va acompañada de adornos que no corresponden en absoluto a la Moreneta sino a los de la auténtica virgen románica de Covet, y que hoy permanece custodiada en el MNAC.




Es sumamente relevante el hecho de que los motivos que decoran la clavellina no son los de Montserrat, sino los propios de la virgen de Covet. 

Así mismo, la bola del mundo que un día debió albergar la mano del Niño, había sido sustituida por un libro que, aunque de factura posterior a la imagen, repite el mismo atributo que el de Covet.

También la decoración del trono había sido modificada reproduciendo fielmente los sellos y símbolos en la peana que ostenta la de la Virgen de Covet.



Todo apunta que, por la coyuntura que fuese, una vez desprovistos de la imagen original de su patrona, los feligreses de Covet, adaptaron una talla de la Moreneta decorándola con los mismos atributos y colores que poseía la suya propia del s.XII.


Queremos creer que fuera ésta la que durante un tiempo presidió su templo y gozara de su fervor y devoción hasta que alguna enigmática circunstancia, los hiciera hacerla proteger, emparedándola en sus sillares y permaneciendo así, oculta, durante varias décadas.

Quizá la primavera, o quizá la casualidad, hizo que esta Proserpina románica de Covet brotara, de nuevo, a la luz y que nosotros estuviéramos allí para poderlo gozar.



primavera en Covet


Salud y románico




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