Desde su enclave estratégico en el alto del cerro que domina los valles de los ríos Ucero y Chico, el castillo de Ucero resiste con firmeza el paso de los siglos albergando, aún erguida, en su recinto la torre del Homenaje.
Hace varios años que la fortaleza y su entorno nos impactaron por primera vez, y actualmente, en épocas lluviosas, hemos vuelto a experimentar la sensación de bordear los antiguos muros del castillo imaginando a cada paso su esplendoroso pasado, y la emoción de introducirnos en el interior de su firme torre, esperando, al mirar hacia lo alto, volver a contemplar lo que en aquella primera vez nos aconteció como una magnifica sorpresa.
La torre del Homenaje, con la capilla en la parte más elevada del interior, está coronada por una bóveda de cuatro nervaduras que cierra, con una clave redonda central, donde hay esculpida una magnífica representación del Cordero Místico Triunfal.
La clave, en perfecto estado de conservación, posee abundantes restos de policromía que dan realce a la figura y, circundando a ésta, hay inscrita una leyenda de carácter religioso que podemos leer perfectamente si utilizamos el zoom de la cámara:
AGNE : DEI : MISERERE : MEI : QUI : CRIMINA : TOLLIS +
Se trata de una oración muy conocida que se utiliza actualmente en el canto litúrgico, aunque en aquel entonces dicha locución no tan solo se utilizaba en la polifonía eclesiástica, sino que formaba parte de un variado listado de invocaciones divinas, empleadas normalmente como fórmulas de protección.
En concreto -y según elButlletin du Musée d'Arts d'Historie de Genève,1925 (1)-, la estampación del Agnus junto a la inscripción mencionada era de gran eficacia contra la muerte súbita, los demonios, el cólera, las tormentas, los rayos, incendios y otros males similares.
Hay constancia de la utilización de dicha letanía invocadora en los medallones que entre los siglos XIII al XV se elaboraban en cera, incluyendo el Agnus junto a la orla inscrita y que al ser consagrados por el Papa o los obispos pertinentes, quedaban henchidos de las propiedades celestiales que les daban su valor protector.
Pero al margen de que el Agnus junto a la invocación pudiera erigirse en Ucero con intención religiosa y protectora, vemos que algunas de las características de su icono difieren en cierta parte de las representaciones antes mencionadas.
En éstas, el cordero aparece acostado sobre las rodillas o, si de pie, llenando un cáliz con la sangre que le brota del costado. Asimismo, la bandera que sujeta es de forma rectangular y con terminaciones rasgadas.
El Agnus de Ucero posee unas características ligeramente distintas: aunque el giro de la cabeza es exacto, no aparece ni cáliz ni sangre y el estandarte tiene una alargada forma triangular que le es muy propia.
De hecho, estas diferencias sutiles parecen ser más coincidentes con otro Agnus concreto de la época que se utilizó de insignia en la mudanza de la política monetaria castellana. Nos referimos a la primera blanca que circuló, llamada "del Agnus Dei" y que fue acuñada del 1379 al 1390 por el rey Juan I de Castilla.
Es innegable que el blanco de Agnus Dei se acuñó inspirándose en el Agnels francés, pero con una pequeña diferencia que lo hace particular, un estandarte de forma triangular en lugar del rectangular.
Quizás la explicación en la introducción de este motivo estrictamente religioso radique en la necesidad del monarca de demostrar su legitimidad frente a los que la cuestionaban, mostrando el respaldo de la divinidad a su autoridad y dinastía. (3)
Sospechamos, no obstante, que en esa idea tuvo también algo que ver el eclesiástico y consejero del monarca, Don Pedro Fernández de Frías, personaje oscuro y enigmático, más conocido por haber sido uno de los embajadores castellanos al concilio de Pisa, cardenal, con el apelativo "de España", que abandonó la obediencia benedictista, tuvo un enriquecimiento poco claro y que por sus airadas desavenencias con D. Juan de Tordesillas, obispo de Segovia, sufrió el destierro a Roma. (4)
Tampoco deja de sorprendernos la extraordinaria suerte, circunstancia o casualidad que, el mismo año que Juan I fue proclamado Rey, en 1379, también él, Don Pedro Fernández de Frías, su consejero, fue elegido Obispo de Osma y que, como avispado hombre de estado que era, tuvo a bien participar en las instituciones de gobierno encauzando al rey tanto eclesiástica como gubernamentalmente.
Por todo ello y por las fechas coincidentes entre el reinado de un rey, la mitra de un obispo, el timbrado en la acuñación de una moneda y su correspondencia en la clave de la capilla de Ucero, suponemos que fue éste, y no D. Juan Ascarón -como algunos estudiosos argumentan-, el Obispo que promovió la rehabilitación de la Torre del Homenaje o, si más no, a la vista de su insinuado carácter antojadizo, quien pudiera disponer los cambios necesarios para que en el castillo de Ucero luciera, cual nueva moneda acuñada, la insignia del Agnus protector en la parte más noble de la Torre del Homenaje (entre los años 1379-1420) (5)
Sea como fuere y siendo conscientes del poder de protección que se le otorgaba al conjunto del Agnus y su orla escrita, no podemos evitar el suspicaz pensamiento de que este es el motivo por el cual la Torre, invicta, siga resistiéndose a caer.
Esto, y su perfecta culminación constructiva, por supuesto.
AGNE : DEI : MISERERE : MEI : QUI : CRIMINA : TOLLIS +
Se trata de una oración muy conocida que se utiliza actualmente en el canto litúrgico, aunque en aquel entonces dicha locución no tan solo se utilizaba en la polifonía eclesiástica, sino que formaba parte de un variado listado de invocaciones divinas, empleadas normalmente como fórmulas de protección.
En concreto -y según elButlletin du Musée d'Arts d'Historie de Genève,1925 (1)-, la estampación del Agnus junto a la inscripción mencionada era de gran eficacia contra la muerte súbita, los demonios, el cólera, las tormentas, los rayos, incendios y otros males similares.
Hay constancia de la utilización de dicha letanía invocadora en los medallones que entre los siglos XIII al XV se elaboraban en cera, incluyendo el Agnus junto a la orla inscrita y que al ser consagrados por el Papa o los obispos pertinentes, quedaban henchidos de las propiedades celestiales que les daban su valor protector.
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Piezas de las más antiguas conservadas con el Agnus y la leyenda en cera. Época de los Papas Gregorio IX (s.XIII) y Gregorio XII (s.XV), respectivamente. |
Pero al margen de que el Agnus junto a la invocación pudiera erigirse en Ucero con intención religiosa y protectora, vemos que algunas de las características de su icono difieren en cierta parte de las representaciones antes mencionadas.
En éstas, el cordero aparece acostado sobre las rodillas o, si de pie, llenando un cáliz con la sangre que le brota del costado. Asimismo, la bandera que sujeta es de forma rectangular y con terminaciones rasgadas.
El Agnus de Ucero posee unas características ligeramente distintas: aunque el giro de la cabeza es exacto, no aparece ni cáliz ni sangre y el estandarte tiene una alargada forma triangular que le es muy propia.
De hecho, estas diferencias sutiles parecen ser más coincidentes con otro Agnus concreto de la época que se utilizó de insignia en la mudanza de la política monetaria castellana. Nos referimos a la primera blanca que circuló, llamada "del Agnus Dei" y que fue acuñada del 1379 al 1390 por el rey Juan I de Castilla.
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Por un lado la "Y" de Yhoannes, en alusión al Rey Juan I y, por la otra, el agnus con estandarte triangular y la frase "Agnus Dei qui tollis pe//cata mundi miserere nobis" (2) |
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Moneda del Agnel o moutón d'or, acuñada en Francia entre los siglos XIII-XV |
Sospechamos, no obstante, que en esa idea tuvo también algo que ver el eclesiástico y consejero del monarca, Don Pedro Fernández de Frías, personaje oscuro y enigmático, más conocido por haber sido uno de los embajadores castellanos al concilio de Pisa, cardenal, con el apelativo "de España", que abandonó la obediencia benedictista, tuvo un enriquecimiento poco claro y que por sus airadas desavenencias con D. Juan de Tordesillas, obispo de Segovia, sufrió el destierro a Roma. (4)
Tampoco deja de sorprendernos la extraordinaria suerte, circunstancia o casualidad que, el mismo año que Juan I fue proclamado Rey, en 1379, también él, Don Pedro Fernández de Frías, su consejero, fue elegido Obispo de Osma y que, como avispado hombre de estado que era, tuvo a bien participar en las instituciones de gobierno encauzando al rey tanto eclesiástica como gubernamentalmente.
Por todo ello y por las fechas coincidentes entre el reinado de un rey, la mitra de un obispo, el timbrado en la acuñación de una moneda y su correspondencia en la clave de la capilla de Ucero, suponemos que fue éste, y no D. Juan Ascarón -como algunos estudiosos argumentan-, el Obispo que promovió la rehabilitación de la Torre del Homenaje o, si más no, a la vista de su insinuado carácter antojadizo, quien pudiera disponer los cambios necesarios para que en el castillo de Ucero luciera, cual nueva moneda acuñada, la insignia del Agnus protector en la parte más noble de la Torre del Homenaje (entre los años 1379-1420) (5)
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Capilla en la parte superior de la Torre del Homenaje, seguramente de uso litúrgico exclusivo para el señorío del castillo. |
Sea como fuere y siendo conscientes del poder de protección que se le otorgaba al conjunto del Agnus y su orla escrita, no podemos evitar el suspicaz pensamiento de que este es el motivo por el cual la Torre, invicta, siga resistiéndose a caer.
Esto, y su perfecta culminación constructiva, por supuesto.
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Como anexo, incluimos aquí las ménsulas que soportaban la base de la capilla y sobre las cuales reposaba ese espacio sacro.
Así que, fuera lo que fuese lo que se representara en ellas, siempre era algo subyugado a lo sagrado.
El poder real con sus dos "vástagos" en actitud orante, cuerpo y alma al servicio de Dios. |
Personaje con rostro deteriorado, que parece portar algo en las espaldas. Hombre libre, vasallo, plebeyo? |
Personaje sin vestido y con argolla en el cuello. Reo, convicto, condenado? |